El cerebro de Gustavo…
Pocos músicos en la evolución de los sonidos contemporáneos tenían una estructura y una creatividad tan completas; un compositor excepcional, que sabia capturar en sus letras los mas profundos abismos y los mas altos cielos de la naturaleza humana.
El día de hoy se cumplen cuatro años de la muerte de Cerati, un monstruo de la música que dejó un amplio legado y un enorme vacío en los corazones de los que aman su música. Hace 4 años, aún teníamos la esperanza de que el Maestro abriera sus ojos para deleitar con sus sutiles riffs y bellas letras los oídos de todos sus seguidores… el destino tenia otra carta para él. Recordemos a Cerati con este texto que publicamos en nuestra edición #103.
Por: Kaeri Tedla
Son las 12 del medio día de un jueves cualquiera y pedaleo mi bicicleta sobre Avenida Reforma escuchando la radio, algún programa de Jazz en FM, para variar en lo más intenso de una rola de Dizzy Gillespie entra un servicio informativo cortándola de una forma criminal, ni siquiera tengo tiempo de enojarme, la primera nota en voz de la señorita locutora lo confirma, Gustavo Cerati ha muerto en su Buenos Aires querido luego de poco más de 4 años de estar postrado en una cama y después de aquel accidente fatídico en 2010.
Mi corazón se pasmó, detuve la marcha y me orillé a pensar un poco en lo que acababa de escuchar… Cerati tiene múltiples significados en mi vida, no solo por el centenar de canciones que emergidas de su cabeza y su corazón y con la complicidad de Zeta y Alberti han marcado mi existencia, acompañándome en situaciones indescriptibles, tanto de dolor como de alegría. El hecho de haberlo conocido personalmente me hizo recordarlo con mas cariño, el ver de cerca y sin cámaras ni reflectores de por medio los ojos infinitos de un tipo que increíblemente (para Ripley), a pesar de su argentina alma, era deliciosamente sencillo, elegante, sensual en sus movimientos y con una sonrisa divertida y sospechosamente perversa a la vez.
Al saber que había fallecido francamente me dividí entre el dolor y la paz, entre la alegría y la nostalgia, para mí Gustavo había muerto aquel 15 de mayo de 2010 en Caracas, Venezuela cuando luego al desvanecerse tras un concierto y después de tres días de estudios clínicos, los doctores diagnosticaron un accidente cerebrovascular que lo tuvo en una especie de coma, internado en la clínica ALCLA de la capital bonaerense. Es casi poético que a pesar de la gravedad del asunto Cerati se halla “permitido” ofrecer su recital completo, antes de vivir esta situación.
En la ciudad de la furia
Conocí a Gustavo Cerati durante la gira de promoción de su ultimo disco solista, Fuerza Natural, por intervención de una amiga, hermana de camino y tal vez la fan mas obsesionada se Soda Stereo en este país de nombre Líz González “La Negra”, quien incluso había entrevistado al grupo para su trabajo de tesis de periodismo, dedicándole la obra final a ellos. Ni siquiera recuerdo en que hotel fue que pudimos tener de cerquita a este personaje extraordinario que me hizo recordar, como un flash de imágenes en mi cabeza, los muchos momentos que Gustavo me había obsequiado, aun sin conocerme: las fiestas de mi adolescencia reventada cantando todo el disco Signos y el Doble Vida con una ansiedad y felicidad, las noches de psicodelia con mis cuates de la Universidad devorando el Dynamo, sorprendidos de cada palabra y de cada sonido en él contenidos… Las noches de placer y amor infinito en los brazos de una novia juvenil, con quien el Comfort y música para volar se convirtió en nuestro sex soundtrack, mis madrugadas de soledad escuchando Bocanada o Amor Amarillo… En fin, momentos plenos a los que este señor que ahora tenía frente a mi dándome la mano les había puesto música e idea.
Entre las muchas cosas que quería preguntarle a Cerati había una que me traía mareado, una inquietud que además me ayudaría a explicar muchas cosas en mi vida si lograba resolverla, no pude imaginar nadie mejor que él para cuestionarlo al respecto y sin más, me aventé:
-“Gustavo yo quiero saber, ¿Cómo haces para lidiar con esa ansiedad creativa que seguramente te habita… Con esa desazón que te hace levantar a las 4 de la madrugada con una letra o un riff de guitarra, o un poema, o una imagen, rondando tu cabeza?”
Su sonrisa fue perfecta, cálida y con agradecimiento secreto que decía “Gracias por no preguntarme sobre mis novias o mis supuestos problemas con Charly y Zeta otra vez”
-“Pues mira, de entrada yo en mi piso de Buenos Aires, que es donde paso la mayor parte del tiempo y es mi hogar, tengo un estudio instalado, mis músicos viven todos cerca de casa y saben que si les marco a las 4 de la mañana porque tengo algo en la mente tienen que venir, no solo por que es nuestro trabajo sino porque así, actuando sin dejar pasar más tiempo hemos encontrado momentos y sonidos extraordinarios que se hubieran secado si no hubiéramos hecho nada… buena parte de Fuerza Natural viene de ahí”.
Sin duda una respuesta inteligente y un ejemplo claro de lo que significa un verdadero artista, un músico de oficio, que vive, respira, come y sueña música… así era Gustavo.
Disco eterno
Pocos músicos en la evolución de los sonidos contemporáneos tenían una estructura y una creatividad tan completas; un compositor excepcional, que sabía capturar en sus letras los más profundos abismos y los más altos cielos de la naturaleza humana, la clase de escritor que ilustraba tan bien la mente y el corazón que parecía estarnos observando, pues en muchos momentos logra, en una sola frase o con un único sonido, hacernos sentir que el amor, el dolor, el placer, la esperanza, el miedo, la dicha, la confusión, y los celos entre otras sensaciones, son parte de todos.
Un guitarrista extraordinario, con una facilidad alucinante para crear riffs, acordes y sonidos que erizan la piel y tocan el espíritu, que nos llevan lejos… su versión unplugged de La Ciudad de la Furia o sus locuras en El Último Concierto (que gracias a Dios no fue el último) dan muestra de ello. Cerati era poseedor de una voz extraña, que tal vez no tenía gran potencia, pero si una tesitura y una elegancia fantásticas, una sensualidad inherente que abrazaba los oídos en cada palabra, recuerdo cuantas cosas trastornaron mis emociones cuando escuché por primera vez El Mareo, una joyita indescriptible que hizo con su amigo de toda la vida Gustavo Santaolalla y la genialidad del Bajofondo Tango Club. Y finalmente un alma creativa hasta el exceso, hasta el punto donde la necesidad de generar nuevas cosas se vuelve dolorosa, su cerebro no era ordinario, cuenta su madre Lilian Clark que siendo pequeño, Gustavo le decía que cuando escuchaba sonidos y canciones, frente a sus ojos aparecían oleadas de colores que lo hipnotizaban de inmediato.
Ya en la secundaria Cerati forma sus primeros grupos y al principio de los ochenta, más precisamente en 1982, funda una de las bandas icónicas del rock latinoamericano, uno de los pilares de la música terrestre y un proyecto que entre “ires y venires” duró lo suficiente para obsequiarnos con cientos y cientos de canciones excepcionales, una mejor que la otra y cada disco más desafiante que el anterior. Solo, en colaboraciones con otros artistas o con Soda, Gustavo Cerati nunca se conformó ni con la gloria, ni con el dinero, ni con los sonidos, le angustiaba quedarse atrapado en la mediocridad, así que la combatía reinventándose a sí mismo todo el tiempo, generando, dibujando, escribiendo, tocando, cantando y con todo ello viviendo, pero viviendo eso si… intensamente.
Y en su intensidad por supuesto tuvo excesos, tuvo drogas, tuvo encuentros con los seres que se esconden en los pasillos de los estados alterados de conciencia, pero sabiendo que esos seres pueden igual ser oscuros o luminosos no se amedrentó y los trato de cerca para traerse al mundo las lecciones aprendidas y transformarlas en rolas y letras, sueños… stereo.
Poder decir adiós es crecer…
Cuando pase el temblor
Como pasa con los grandes artistas, esos que se dan cada tanto, el mejor homenaje que podemos hacerle es escucharlo, escuchar con atención sus canciones y sus palabras y sentir en carne propia el poder de Cerati. Gustavo fue un explorador constante de nuevas dimensiones musicales, trascendió los géneros, y sin duda la música electrónica que es nuestro terreno familiar en esta publicación, fue parte importante de esa búsqueda, discos como Amor Amarillo y Siempre es hoy en solitario o Sueño Stereo y Dynamo con Soda nos regalan momentos tremendos de beats y producción muy bien logradas.
Fallecido a los 55 años de edad, Cerati será recordado por muchas generaciones hacia el futuro, jóvenes y adultos de todo el planeta hemos vivido y viviremos alimentando nuestro corazón con la energía y las canciones de esta gran banda y de este personaje único e irrepetible que el cosmos nos mandó para traernos la lleve de nuevas dimensiones sensoriales y musicales, serán muchos los padres que hoy mismo y en los años venideros compartan con sus hijos la afición por la música de Cerati y por supuesto sus discos , para que esa flama se mantenga viva porque sencillamente no podemos dejar se extinga la presencia reconfortante de este hombre sensible y más que genial.
Así que, “despiértenme cuando pase el temblor”, cuando comprendamos que esta realidad irreal solo puede hacerse medianamente comprensible y soportable si tomamos el arte como terapia y la música como el verdadero oasis de liberación para nuestros sentidos y nuestra esencia, cuando entendamos, como lo entendió Cerati, que la música es lo que nos puede salvar… incluso de nosotros mismos. Cuentan los que estuvieron ahí que en cuatro años los únicos momentos en que el cuerpo de Cerati reaccionaba y mostraba signos de vida.. era cuando escuchaba sus canciones.
Lo único que realmente lamento de la muerte de Cerati es que todos nosotros, los vivos, no hemos perdido la oportunidad maravillosa de descubrir qué otras maravillas había encerradas en el cerebro de Gustavo, ese que un día de mayo , luego de tantos universos visitados y compartidos decidió simplemente dormirse, para seguir sin pausas… soñando.