Metro Boomin, los beats mandan
Con una carrera vertiginosa, este joven se ha convertido en menos de cinco años en uno de los productores más destacados de su generación y su trabajo es esencial para entender el sonido actual del hip-hop. Detrás de ese ímpetu juvenil, hay alguien con gran determinación y enorme claridad mental.
Este joven de 23 años, nacido en St. Louis pero criado musicalmente en Atlanta, es la viva prueba de la transición generacional que experimenta el hiphop estadounidense. Esto implica al menos tres cosas: una, él es parte de esa nueva generación, que ha trasladado los centros neurálgicos tradicionales de producción del género (NY o California) a otros lugares (Atlanta, Houston, Chicago) con circunstancias y necesidades diferentes; dos, además de agregarle componentes temáticos novedosos, los nuevos núcleos de producción de hip-hop también lo han revolucionado, generando sonidos que rompen con los cánones tradicionales y agregan elementos; y, tres, igual que otros raperos jóvenes como Kaytranada o Tyler, The Creator, Metro Boomin ha asumido su papel dentro de esta “nueva generación” pues en pocos años, sus producciones han sido un factor para el desarrollo reciente del hip-hop. Tal vez no sea “la voz de su generación” porque ese lugar ya lo autoproclamó Kanye, lo que es indiscutible es que Metro es el productor de su generación.
Una vieja historia
A estas alturas, para nadie es un secreto que Atlanta es un centro de producción masiva de hip-hop. Así lo confirman la infinidad de documentales acerca de artistas de esa ciudad producidos por la excelente serie Noisey de Vice o artículos como “Gucci Mane, No Holds Barred” aparecido en 2009 en The New York Times, que asegura que Atlanta “dejó la periferia y se convirtió en el centro de gravedad del hip-hop como parte de un cambio general, cuya innovación apunta hacia el sur”. Si bien la historia del género en dicha ciudad se remonta a principios de los 90 con los enormes Arrested Development (un colectivo encabezado por Speech, cuyas rimas positivas les valieron un Grammy en 1992, justo cuando el gangsta rap cobraba más adeptos) y un poco después con el trancazo que representó Kris Kross (un par de morritos con los pantalones al revés, que pusieron al mundo de cabeza con “Jump” en 1992), no fue sino hasta mediados de los 90 que gente como Outkast y, particularmente, Lil Jon convirtieron a la ciudad en la más buscada por artistas y disqueras debido a su sonido único.
Calles rudas, sonidos crudos
Hay un ingrediente fundamental en el sonido del hip-hop desarrollado en esta ciudad. Atlanta es una de las ciudades más peligrosas en EU. Ranqueada en el lugar 26 de las cien ciudades más peligrosas de ese país, ahí se cometen dos veces más violaciones, cuatro veces más robos y cinco veces más asesinatos que el promedio nacional según estadísticas de 2015. Un elemento muy evidente, pues el hip-hop de esa ciudad a fines de los 90 tenía un dejo de violencia y explosividad: beats sampleados de canciones de gangsta rap de la costa oeste, bajos pronunciados, bombos profundos, redobles vertiginosos de platillos hechos con la Roland TR-808 y letras que hablan de la vida en la calle y la pobreza y violencia que generan las drogas. No tardaron en aparecer etiquetas como trap, snap o crunk, que intentaban describir aquellos nuevos y crudos sonidos que en adelante serían más bien los nuevos subgéneros del hip-hop. En ese entorno y con ídolos locales como Nelly, Goodie Mob o Dem Frinchise Boyz, el pequeño Leyland Tyler Wayne comenzaba a tomarse en serio la idea de algún día convertirse en Metro Boomin.
“ Mucha gente dice que mis beats dan miedo. Es curioso porque soy una de las personas más bondadosas que puedes conocer. Además soy súper torpe ”.
Regalo de mamá
“ Durante poco tiempo, en segundo año de secundaria, toqué el bajo en la banda escolar. Lo que yo quería era rapear, pero necesitaba beats. No podía comprarlos así que tenía que hacerlos yo mismo. Una Navidad, cuando tenía 13 años, mi mamá me regaló mi primera laptop. Bajé Fruity Loops porque alguien me había contado acerca de él y comencé a experimentar. Terminó gustándome más hacer beats que rapear así que me olvidé de ser rapero. Así empecé. Por cierto, aún uso Fruity Loops ”. En esa entrevista, publicada en la revista Fader en 2013, aún tenía diecinueve años y para muchos de los clubes que tocaban su música, ni siquiera tendría la edad suficiente para entrar.
Sin duda, la juventud es un elemento importante al hablar de Metro Boomin. Aunque ya nos hemos acostumbrado a lidiar con músicos que a muy temprana edad destacan, la madurez con la que asume su trabajo, es digna de mención. “ Cuando decidí que me iba a dedicar a la música, me hice a la idea de que no iba a tener la misma vida que un chico normal de preparatoria, haciéndole al wey, yendo a fiestas o dando la vuelta con amigos ”. Con esa misma decisión, comenzó a enviar sus beats a la gente de A&R de las disqueras. Le dio sus beats a reperos que nunca conoció en persona y de los cuales nunca volvió a saber. En ocasiones, recibía transferencias electrónicas de 100 o 200 dólares. “ Lo único que quería era escuchar a alguien rapeando con los beats que yo había producido ”.
Sin embargo, todo perro tiene su día: una noche, un ingeniero de sonido llamado Caveman escuchó unos beats de Metro y le gustaron. Entonces, le pasó ese material a OJ da Juiceman, una estrella local productor de mixtapes, quien no dudó en traer al chico de St Loius a Atlanta. A su regreso, Leslie -madre de Metro- recuerda, durante la misma entrevista: “ Regresé del trabajo y él estaba sentado a la mesa, esperándome, como si fuera una junta de negocios. Me dio una carpeta verde con datos de todos los músicos con los que quería trabajar. ¡Estaba muy preparado! ”.
Viajero frecuente Así, Metro se ganó el permiso de su madre para ir a Atlanta a grabar con OJ y regresar a St Louis. El viaje se repetiría con cada vez más frecuencia; primero, todos los fines de semana y, después, por períodos cada vez más largos. Al final, fue necesario que se mudara a Atlanta permanentemente y pusiera pausa a sus estudios universitarios musicales. Sólo así pudo concentrarse totalmente en producir música pues la lista de quienes requerían sus servicios crecía. Además, en la lista comenzaban a aparecer lo mismo nombres emergentes como Young Jeezy o Waka Floka, que gente con más prestigio en la escena de Atlanta como Gucci Mane o Rich Kidz además de raperos consolidados, pertenecientes a generaciones previas como Ludacris o Maceo. Por si esto fuera poco, los dos últimos años ha producido canciones para gente que verdaderamente está revolucionando al hip-hop más allá de estilos o subgéneros, como Drake, Future y Kendrick Lamar.
“ Quería ser rapero, pero -para que me tomara más en serio- le dije a mi mamá que quería ser productor ”.
Un papel asumido
Seguramente seguiremos oyendo acerca de Metro pues le queda mucho por delante y al parecer está dispuesto a asumir el papel de esa figura a la vez anónima y omnipresente que es el productor. Igual que Quincey Jones o Brian Eno, Dr Dre o Pharrel Williams, el suyo será otro de esos nombres que escuchamos a menudo pero que no siempre sabemos qué tan importantes son a la hora de hacer canciones. Por lo pronto, hay producciones suyas que ya pueden ser consideradas clásicas de sus tiempos, más allá de que sean muy recientes. Tal es el caso de lo que ha grabado con otros músicos de Atlanta como Young Thug bajo el nombre de Metro Thugging o los singles que ha producido para Future como “Hard” o “Low Life”. En ambos casos, la fusión sirve para ponerle letra a los pensamientos musicales de Metro, una especie de experimento en el cual un adolescente enganchado a su laptop que le regaló su mamá, se convierte en el productor más denso y oscuro en el peleado y competido mundo del hip-hop.